Por: Miguel Angel Trujillo

En solo 30 días, Huila ha sido testigo de tres brutales asesinatos de menores, evidenciando una alarmante crisis de violencia infantil.

El departamento del Huila está de luto y en estado de shock. En menos de 30 días, tres menores han muerto de forma brutal, víctimas de una violencia que no da tregua. El departamento del Huila y Neiva se han convertido en escenarios de horror donde la niñez ya no está segura ni en su propia casa.

El primer caso conmocionó a Neiva el pasado 2 de mayo. Juan Esteban Valderrama, de solo 12 años, fue acribillado a sangre fría mientras viajaba en moto con su madre, quien también resultó gravemente herida. El ataque sicarial, cuyos motivos aún se desconocen, ha dejado a la comunidad exigiendo respuestas y justicia. En La Plata, otro horror sacudió a los ciudadanos cuando un niño de cinco años murió a golpes a manos de su tío, quien confesó el crimen tras ser detenido. La madre del pequeño se encontraba en prisión, dejando al niño en una situación de vulnerabilidad fatal.

El caso más perturbador ocurrió con Jordan Alexander, un niño de dos años cuyo cuerpo fue llevado al hospital envuelto en una cobija, mostrando signos de tortura prolongada y abuso sistemático. Las fracturas y los golpes internos revelaron un cuadro macabro de violencia. Su madre y padrastro, ambos con antecedentes oscuros, están siendo procesados por homicidio y tortura.

Estos incidentes plantean serias preguntas sobre la efectividad de las políticas de protección infantil en el departamento. La repetición de estos crímenes en un lapso tan corto sugiere una profunda crisis social y un fallo en los mecanismos de protección a los más vulnerables. La comunidad y las autoridades deben reflexionar sobre las causas profundas y trabajar conjuntamente para prevenir futuras tragedias.

Cada niño que muere en manos de la violencia es una esperanza que se apaga. No podemos seguir normalizando el horror. Cuidar a nuestros niños es una tarea colectiva: de las familias, de las autoridades, de todos. Si como sociedad no reaccionamos, seremos cómplices silenciosos de estas tragedias. Hoy más que nunca, el Huila necesita amor, protección... y justicia.